14/06/16 PlayGround

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Vamos con otra anécdota.

Año 2008, muy poquito antes de la quiebra de Lehman Brothers. De nuevo a través de Escargot, Cantavella publica El Dorado, una crónica de 352 páginas en la que el periodista cuenta su experiencia en Marina d’Or, hasta arriba de tripis.

Con aquel libro pasaron dos cosas.

La primera es que la prensa lo recogió inicialmente por sus habilidades formales. En aquel tiempo, la crítica cultural estaba mucho menos politizada que ahora y lo que llamó la atención del libro fue, por encima de todas las cosas, su virtuosismo estilístico. Razón tampoco les faltaba.

Sin embargo, lo mejor estaba por venir. Al cabo de poco tiempo la historia nos empezó a pasar por encima y aquel libro se convertiría en una de las primeras crónicas periodísticas en relatar al detalle nuestra precipitación al vacío económico, contada desde el mayor de sus símbolos. A saber: Marina d’Or, la ciudad de vacaciones, el parque temático castellonense, el sitio del pelotazo inmobiliario y las segundas residencias en ese bastión del PP más chungo y caloret que es la Comunidad Valenciana.

Tras las experiencias de SGAE y El Dorado, Escargot se convertiría en el singular canario de nuestra mina de actualidad: cuando el periodista empieza a oler el gas, mejor que eches a correr en dirección contraria.
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Antonio J. Rodríguez

10/06/16 24symbols

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"Uno de los relatos pioneros y más contundentes sobre la crisis española"

Iván González Juliá

24/09/15 La Milana Bonita

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El Dorado, de Robert Juan-Cantavella

Víctor Gutiérrez Sanz

¿Quién se iba a imaginar que El Dorado estaba en Marina d’Or, ciudad de vacaciones? Aquel reino legendario, repleto de riquezas y oro, que inspiró la codicia y el ansia de los españoles que pisaron América como “conquistadores”, en realidad estaba aquí, a unas cinco horas de Madrid por la autovía. Ni mapas roídos, ni barcos de madera, ni armaduras, ni espadas… Nada de eso se necesitaba para encontrar El Dorado, para visitar “nuestro” Dorado. ¡Qué necios! Bastaba con unas bermudas, crema de sol y un buen fajo de billetes. Tan simple, ¿verdad?

Robert Juan-Cantavella, con cierta ironía y muy mala leche, plantea esta “hipótesis” (por llamarlo de alguna manera) en su libro El Dorado. Trebor Escargot, protagonista de la novela y narrador de los acontecimientos, vehicula toda la historia a través de su peculiar manera de vivir. Aficionado a las drogas de diseño y con una filosofía muy nihilista, Escargot es un periodista que recibió allá por el 2006 el encargo de hacer un reportaje (luego él matizará que, en realidad, se trata de un aportaje) sobre el idílico destino veraniego Marina d’Or.

Quien no esté familiarizado con la historia reciente de España que se fije en dos cosas: la primera, la historia nos sitúa en el 2006, en la cresta de la ola del capitalismo salvaje en España, en plena ebullición del consumismo, en la época de las segundas residencias, los BMW y los carísimos robots de cocina; la segunda, Marina d’Or Ciudad de Vacaciones se ubica entre Oropesa y Cabanes, en la provincia de Castellón (cuna y ejemplo de la política urbanística del pelotazo, de los hoteles de 40 plantas y de las playas masificadas). Sin lugar a dudas, se trata de un coctel perfecto para dar con ese lugar anhelado desde el siglo XVI por los idiotas de los españoles (creo que de leer a Cantavella se me ha pegado un poco la mala leche).

El libro está narrado con un estilo cortante y agresivo. Al igual que un atracador te sacaría una navaja para robarte todo lo que llevas, Robert Juan-Cantavella afila su lengua y te desvalija cualquier esperanza que puedas tener en las sociedades modernas. Puede ser que haya errado en la lectura, pero, hoy por hoy, esta novela me parece sumamente pesimista. Trebor Escargot tiene una mirada corrosiva que se filtra en cada párrafo. Poco me importa que este personaje sea un alter ego del autor, porque como se puede ver en cada página la realidad y la ficción son una.

Uno de los puntos más interesantes de esta obra es ver cómo aborda su relación con el Periodismo, ya que da una vuelta de tuerca más a esos movimientos artísticos e intelectuales que abogaban por la ficcionalización del reportaje o por la objetividad subjetiva de la ficción. Explica Cantavella:

El tema es ver qué pasa. Básicamente se trata de eso. Un periodista es alguien que va a ver qué pasa & lo cuenta… hasta el Punk Journalism trataba de hacerlo hace ya algún tiempo, con la particularidad de que cuando el periodista llega al sitio automáticamente entra a formar parte de lo eso que pasa & si lo que pasa sucede por su culpa no importa… o no importaba, porque intervenir en los hechos no es más que un punto de vista, una forma de escribir sobre ese sitio…

Seguramente, que muchos historiadores o lectores cataloguen esta obra como un ejercicio literario. Ahora, uno se puede preguntar: ¿por qué no puede ser tomado como un reportaje? ¿O, incluso, como una crónica brillante de lo que un año después sería el inicio de la peor crisis económica de la historia del país? Quizás, esa narración personalista (denotadamente subjetiva) asuste a muchos. En mi opinión, simplemente refleja honestidad.

La segunda parte del libro, menos brillante, lleva al mismo periodista a Valencia. Su objetivo: cubrir el V Encuentro Mundial de las Familias con el Papa Benedicto XVI. Poco más se puede decir al respecto, ya que en los últimos meses se ha sabido que la visita del Pontífice supuso unos generosos beneficios para políticos corruptos del Partido Popular vinculados con la trama Gürtel. ¡Qué pena que esta obra no fuera un éxito de ventas y de lectores! Quizás no hubiéramos ahorrado los infernales programas de debates políticos que embadurnan la televisión del país…

Junio 2014 El Estado Mental

El revival de la novela social

Gonzalo TornéEl Estado Mental, nº2, junio 2014

[…]
“Esta malformación ocular ha contribuido también a que prospere la idea de que mi generación (la nacida en los setenta) está literariamente despolitizada. Esto ha impedido que se lean en la clave que las haría resonar con más vigor novelas como El Dorado (2008), de Robert Juan-Cantavella, [...]. Al enfocar la lectura exclusivamente en las drogas urbanas [...] se melló el filo político de unos textos que eran pioneros en el examen del laboratorio de corrupción que se gestó en el Levante español.”
 [...]

01/12/11 Olivar: Revista de la Universidad Nacional de La Plata

De Las Vegas a Marina d’Or. 
O cómo llegar desde el New Jornalism norteamericano de Hunter S. Thompson hasta la nueva narrativa española de Robert Juan-Cantavella

María Angulo Egea

Buenos Aires, diciembre de 2011 


Resumen: 

La corriente norteamericana llamada 'Nuevo periodismo', nacida en los años sesenta, supuso para la Periodística tradicional de Estados Unidos toda una revolución por la combinación de elementos literarios con otros propios de la investigación periodística. Hunter S. Thompson, autor de Miedo y asco en las Vegas (1971), con su periodismo gonzo, le iba a dar una vuelta más a la propuesta del New Journalism, llevando al extremo el proceso de inmersión, hasta implicarse personalmente en sus reportajes y acogiendo sobre todo influencias narrativas del movimiento Beat de los cincuenta. 

Casi 35 años después, en El Dorado, Juan-Cantavella hace un paralelismo entre Las Vegas y la ciudad de vacaciones en la costa mediterránea española, Marina d'Or y desarrolla en este ámbito una novela, protagonizada por su alter ego el periodista punk, Escargot. Novela, periodismo, gonzo, ficción, cuento, punk, ensayo, reportaje, 'aportaje', fragmentación discursiva, diálogos, monólogos interiores, descripciones, comunicados, telegramas, emails, notas de prensa, noticias radiofónicas, canciones, eslóganes, todo cabe para recrear géneros, para releer tradiciones periodísticas y literarias, y llegar a construir algo nuevo. 

Este trabajo analiza este proceso que va desde el periodismo gonzo, de Miedo y asco en Las Vegas, a la narrativa española actual de El Dorado. Se ocupa de discernir los recursos literarios de que se sirve el periodista gonzo para construir sus reportajes y las herramientas periodísticas que nutren la 'narrativa punk' de Juan-Cantavella. Un ejemplo singular de simbiosis periodístico-literaria.


Lee el artículo completo: 
 
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01/06/10 The Firelight


Satirizing Modern Spain on the Edge of Crisis: Robert Juan-Cantavella at the Quarterly Conversation

The Quarterly Conversation has a very good article on the young Spanish novelist Robert Juan-Cantavella and his satires of modern Spain on the edge of the current crisis. Whether or not you will ever read him, it is a very good summary of many of the cultural trends that have afflicted Spain in the last few years as the country moves farther from the transition to democracy after the death of Franco. While one article can’t describe a literary scene, he does sound like part of the literary scene where there is quite a bit of playfulness in stories. You can see some of that in my reviews of Fernando Iwasaki and Hipolito Navarro. The segment of from his novel is quite short, but looks like it has promise. Perhaps he’ll be translated or I’ll get a copy in Spanish one of these days.

Ever since the publication in 2001 of Otro, his first novel, Robert Juan-Cantavella has seemed to position his work as a continuation of a certain Spanish literary tradition as much as a cheeky raid on its vaults and a blithe taunt to anyone wishing to hold him accountable for his hijacking of or attacks on sacred cows. In Proust Fiction (2005), a story collection, Juan-Cantavella introduces into several of the pieces a character called Escargot—not really an alter-ego or a pseudonym, probably a heteronym . . .—and we learn that, were it not for him killing them all beforehand, a bunch of giants really would have been waiting for Don Quixote on that fateful day at the windmills. This is no mere comic gesture, not any more than an attempt by a bold young man to pretend that Spanish literature owes him something; it’s also, and more importantly, a way to insist that all creation is also recreation (in more than one sense of the word).

01/06/10 The Quarterly Conversation


[Artículo de François Monti sobre El Dorado + traducción al inglés de un fragmento de la novela por Mara Faye Lethem]

Introduction

by François Monti

Ever since the publication in 2001 of Otro, his first novel, Robert Juan-Cantavella has seemed to position his work as a continuation of a certain Spanish literary tradition as much as a cheeky raid on its vaults and a blithe taunt to anyone wishing to hold him accountable for his hijacking of or attacks on sacred cows. In Proust Fiction (2005), a story collection, Juan-Cantavella introduces into several of the pieces a character called Escargot—not really an alter-ego or a pseudonym, probably a heteronym . . .—and we learn that, were it not for him killing them all beforehand, a bunch of giants really would have been waiting for Don Quixote on that fateful day at the windmills. This is no mere comic gesture, not any more than an attempt by a bold young man to pretend that Spanish literature owes him something; it’s also, and more importantly, a way to insist that all creation is also recreation (in more than one sense of the word).

No surprise then that the core idea of the collection’s eponymous story is that Proust actually plagiarized filmmaker Quentin Tarantino. What could be thought of as an innocuous pop game is actually a rather deep reflection on the anxiety of influence and on the way one’s fictions come to be; a literary construction were Borges and David Foster Wallace collide. El Dorado (2008), Juan-Cantavella’s breakthrough novel, turns its attention to the conflicts and issues of Spain today. Juan-Cantavella brings back Escargot and begins in Marina D’Or, one of the huge, bunker-like mass tourist traps built on the Spanish coast over the last decades. Escargot is sent there to write an article, but things turn nasty as he gets mixed-up in a full-blown generational war between retired vacationers and young tourists. Halfway between A Supposedly Fun Thing I’ll Never Do Again and Fear & Loathing in Las Vegas (things are not helped by Escargot’s deviant ways . . .), the book’s blistering opening sets the tone for what follows. Fearing for his life, our hero flees to Valencia, where the Pope is about to celebrate the World Families Meeting. There, with the help of Brona, his faithful sidekick, he intends to find the mythical Eldorado. Obviously, things are about to go awry . . .

El Dorado makes no bones about its status as a satirical novel where nothing is what it seems. Here, Juan-Cantavella comes up with his own Iberian take on the gonzo style: Quevedo reread through Hunter S. Thompson-tinted glasses. But once again, he is not just having fun (although there is undoubtedly a lot of fun to be had here): he is more importantly delivering a very tough assessment of what it means to be Spanish today.

A year before the crisis really hit the peninsula’s shore, El dorado already puts forward the main ills of Spanish economy, completely under the yoke of promoters and builders, convinced, as it was in 2008, that architectural and environmental catastrophes like Marina D’Or were keys for prosperity. As it turned out, this vision of “prosperity” only lined the pockets of a chosen few, namely, politicians, business people, and the like. Now that 20 percent of Spain’s working population is jobless—with the construction sector, so essential to places like Marina D’Or and formerly the nation’s number one employer, now bust—El dorado has become even more significant a work. It is a book written out of his very personal knowledge of Spain’s darker sides: Juan-Cantavella himself was born in Castellón, one of the epicenters of Spanish malaise, a city located in one of the most corrupt regions of the country, where business and politics are so closely linked that it’s often difficult to make out who has been elected and who has not. Decisions follow the money more than the votes, a fact that, alongside the demise of Spain’s construction sector, will seem all-too-relevant to American readers.

The second big theme in El Dorado is arguably even more familiar to an American readership. A good thirty years after the end of Franco’s dictatorship, Spain remains in many ways a country divided on many fronts: the right and the left, those who want to forget and those who want justice, and the religious and the non-religious. The Spanish Church remains very conservative and its positions on public demonstrations of faith, abortion, gay marriage, gay adoption, and even divorce are still very much influenced by the radically conservative, transnational Catholic organization Opus Dei. Its very active political role is only made more present through its ownership of the popular Cope Spanish radio station and its close affiliations with press entities like the conservative magazine ABC, one of Spain’s best selling.

It is this aspect of the Spanish psyche that Escargot gets to offend while in Valencia. His various attacks and tricks are sometimes very schoolboy-like, but it only serves to show that Juan-Cantavella’s project is not that of a full-blown perversion. Rather, it is a firmly tongue-in-cheek look at the gulf between the image Spain wishes to give of itself and the reality of some of its traditions and attitudes towards life and personal faith.

Manuel Vilas, another Spanish writer, published España the same year as El Dorado. Both projects, while different in their execution, were quite similar in their ambition: to give some sort of answer to what it means to be Spanish today. These projects build on the work in the ’60s of Juan Goytisolo, who similarly questioned the “marks of identity” of his native land. Goytisolo’s investigation was a much more serious affair, but Spain was then in the hands of a ferocious dictatorship. Forty years later, Vilas’ and Juan-Cantavella’s books serve to show that the question is still relevant, albeit is being answered in new and novel ways. That El dorado is a comic novel highlights a very sad fact: hopes were high for the future of a free Spain after the dictatorship, but in many ways one must grimly laugh at what has become of Spain’s democracy. No wonder Goytisolo has lavished such high praises on Robert Juan-Cantavella’s fictions.



From El Dorado by Robert Juan-Cantavella

Translated by Mara Faye Lethem

PART THREE
CHAPTER 6
THURSDAY, JULY 6TH, 2006
THE PAPAL VISIT TO THE CITY OF VALENCIA


The fact is I prefer this Pope to the lay one, I’m more comfortable with his ideology, he seems much more trustworthy, I don’t know, he makes me feel at ease, and I’m not just referring to all the stylistic paraphernalia or the candles, nor to those white vestments with their lovely embroidering or his comical miters, the pallium, the hand-kissing, the old-fashioned word choice, the divine lineage, the acknowledged decadence, the mythology of the most powerful business on the planet, the speeches under the hot sun, the sacrophilic fetishism, the submission of his fans, the long processions… that elegant poise in the midst of a farce, his para-democratic power . . . I’m not talking about the gold or the incense and myrrh, or the cannibalistic rite, or those illuminated settings decorated by the greatest painters. Although sometimes I have my doubts. Bono isn’t bad either, he doesn’t wear a miter but he does sport those last-century sunglasses, and his poignant posturing as the apostle of rock ‘n’ roll with that leather jacket and his meetings with Condoleeza Rice, if you really look at them, are no less pathetic than a good Te Deum mass. No one can say that he is less concerned about the poor of this world, or war or social injustice. They are even steven there. And although I don’t know if his father was a carpenter too, it’s clear that his conscience has to fight the evils of this world just as Ratzinger’s does. All those kids in his music videos that don’t have enough to eat and whose air-filled bellies grow at the same pace as the number of flies that hover around them, the oppressed peoples of the world, the subjugated nations, the violated rights all over the world, etc. Poor Bono agonizes like a saint in the tradition of other great sufferers of the pop system like Sting, who in his moment was so affected by the great injustices inflicted throughout time on the people of the Amazon that, well, just look at him, poor guy… But I can’t help it, I find his homilies les appealing, more boring. And I even share his, Bono’s, deep dialectical quandary. With or without yooooou? . . . that touchstone of contemporary thought. What must the solution be? What in the heck came first, the egg or the chicken?

But, what do you want me to say? I prefer the Pope in Rome. The one from Belfast, Knight Commander of the Most Excellent Order of the British Empire, has longer hair, it’s true, but I find Ratzinger’s gray mop much more exclusive. And I don’t think the boots of the holy leader of U2 can compete with the Roman Pope’s Prada loafers, or his exquisite Geox. The truth is I made my choice a while back, and I don’t think it’s due solely to the fact that, before becoming a journalist, I was an altar boy. Not in the least. I’m more inclined toward an aesthetic explanation, that I prefer the hallelujah sung by Ratzinger’s nuns to the one sung by Bono’s backup singers, and while I can’t say which one of them will end up saving the world, you’ve got to make your choice, and mine is made. That’s why I’ve come here.

(Robert Juan-Cantavella, El dorado, Mondadori, Barcelona, 2008, pages 219-220.)

Robert Juan-Cantavella is a Spanish writer born in Almassora in 1976. His books include the novel El Dorado (2008) and Proust Fiction (2005), a short story collection in thich the title story tells how Quentin Tarantino was plagiarized by Marcel Proust. Mara Faye Lethem is a translator of Spanish and Catalan authors such as Albert Sánchez Piñol (Pandora in the Congo) and Javier Calvo (Wonderful World). François Monti lives in Madrid and is a founding member of the Fric-Frac Club.

14/12/09 The New Yorker


Translate This Book!

by Elizabeth Clark Wessel

Among the multitude of year- and decade-end lists of books, there is one you probably won’t be using as inspiration for stocking-stuffers—simply because most of the books on it don’t yet exist in the United States. Dismayed by the low percentage of translated literature published here each year (only three per cent of books published), the literary review Quarterly Conversation polled a wide variety of translators, writers, editors, and publishers to find out which books they thought were in most urgent need of translation. The list of their recommendations has now been published as “Translate This Book!”

senges.jpgThe list is meant to serve as a guide for translators, publishers, and readers in search of foreign literature. But it’s also a fascinating read in itself (even if it is sometimes frustrating to read about books that might never be attainable). The arguments for translation are high-minded and edifying, but it’s the tantalizing descriptions of the books themselves that make the most compelling case. Or, as Sergio Chejfec writes in his description of the Argentine author Antonio di Benedetto’s book “Zama,” “Good books are unique and need no justification.”

Some I hope to see soon:

Hiromi Itō’s novel “The Thorn-Pulling Jizō: New Tales of the Jizō at Sugamo”

“Weaving autobiography with elements drawn from folklore and classical Japanese literature, this surreal and wildly imaginative book represents Itō’s attempt to create a new mode of mythological storytelling that explores some of the most important concerns facing contemporary Japan.”—Jeffrey Angles

E.H. Gonatas’s short-story collection “The Cows”

“Grotesque, fantastic, ethereal … The title story, for example, deals with an unnamed protagonist who discovers a town’s well-kept secret: exploding cows.”—George Fragopoulos

Robert Juan-Cantavella’s novel “El Dorado”

“The best aim and sense of humor of all the literary “terrorists” in Spain…he is the great European disciple of Hunter S. Thompson … Think of the picaresque, the Quixote, Quevedo or Rabelais as well as Robert Coover or David Foster Wallace”—Juan Francisco Ferré

Pierre Senges’s novel “Fragments de Lichtenberg”

“What if the over 8,000 aphorisms written by German scientist and writer Georg Lichtenberg were actually the pieces of a lost novel? This idea puts in motion a fantastic piece of writing in which a group of scholars creates, with Alfred Nobel’s money, a society dedicated to finding out the novel that hides behind the fragments.”—François Monti

Kitab al-Hayawan’s “The Book of Animals”

“From the ninth century…an enormous collection of lore about animals—including insects—culled from the Koran, the Traditions, pre-Islamic poetry, proverbs, storytellers, sailors, personal observation, and Aristotle’s Generation of
Animals. But this is by no means all. In keeping with his theories of planned disorder, he introduces anecdotes of famous men, snippets of history, anthropology, etymology, and jokes.”—Jeffrey Yang

01/12/09 The Quarterly Conversation


Juan Francisco Ferré on El Dorado by Robert Juan-Cantavella

In the extensive dedication to his novel El Dorado, author Robert Juan-Cantavella acknowledges his debts, both real and symbolic, and thanks the “urban planners and the building industry mafia, who, aside from running the country, have given me a theme to write about” and “politicians in general, for demonstrating with their idiocy that the American dream is possible in any corner of the planet.” In this devastating journey through a Spain on the verge of mortgaging itself to the hilt, the author satirizes the pope’s visit to Valencia in 2006; furthermore, he contemplates the insanity of the promoters and backers of tourist megalopolis Marina D’or; a set of attacks that exterminate all the crowned heads on the planet and part of the Spanish aristocracy; and the bankruptcy of the middle class and the nuclear family. Robert Juan-Cantavella has the best aim and sense of humor of all the literary “terrorists” in Spain. It couldn’t be otherwise: he is the great European disciple of Hunter S. Thompson. This extraordinary novel partakes of a hybrid aesthetic. Journalism, impossibly perverted in its ends and means, is combined with the literary, which is itself split between attention to the immense profanity of the real and the preservation of intelligence and irony when confronted by events that put an end to any capacity for judgment and critical discernment. Both extremes of contemporary experience are portrayed by Cantavella. With El Dorado Cantavella is part of a literary tradition (think of the picaresque, the Quixote, Quevedo or Rabelais as well as Robert Coover or David Foster Wallace) of authors who have made parody (or rather, the comic disassembly of the dominant beliefs of a determined social order) the primary tool of their hilarious inventions. After participating in this hysterical catharsis, the reader will experience an immediate improvement in his mental faculties.
(Translated by Beth Wadell and Scott Esposito)

24/07/09 Le feu follet


 
Buy the Ticket, Take the Ride VII: Serie Gonzo

Tomás
 

7. Robert Juan-Cantavella

Robert Juan-Cantavella (Almassora, 1976), antiguo jefe de redacción de la revista Lateral, es el último escritor que ha invocado la figura de HST y el periodismo gonzo a la hora de lanzar su libro El dorado. Autor de las novelas Otro y Proust Fiction, Juan-Cantavella, mediante su alter ego Trevor Escargot (siguiendo los pasos de Raoul Duke), recibe el encargo de realizar un reportaje sobre Marina D’Or, la mayor ciudad de vacaciones y ocio de Europa, ahora símbolo del ocaso del ladrillazo. Así, Escargot retoza en el paradigma urbanístico de la sinrazón y el exceso, un faraónico modelo de gran impacto medioambiental, un espejismo y sueño caduco, similar a Las Vegas de HST, donde nada parece ser lo anunciando, excepto la cuenta. Sin embargo, Escargot no se encierra en la artificialidad de Marina d’Or, sino que su cinismo alcanza hasta la visita del Papa Benedicto XVI a Valencia.

El autor, según sus propias palabras, se muestra “muy interesado en la frontera entre géneros y en actualizar el nuevo periodismo norteamericano de los años 70”. Además de pasar unas vacaciones en Marina D’Or, Juan-Cantavella presume de un riguroso trabajo de documentación, aunque reconoce un trabajo de “malversación de los hechos”, tamizados por pasajes alucinógenos. Juego entre realidad y ficción, Juan-Cantavella conjuga la crítica feroz, el embelesamiento biográfico, el costumbrismo, el surrealismo y el metaperiodismo, con grandes dosis de verborrea chalada, lejos de las entrelíneas sugerentes de HST y conjugando su propio itinerario de fobias. El autor es sincero cuando aclaró en una entrevista que su interés fundamental era estético, más allá de provocar una reflexión en su particular Miedo y asco en Marina D’Or. Producto inusual en el periodismo literario español, rayando lo kitsch que no a Kisch, el lector es cómplice de todos los movimientos de Trevor Escargot, su ingesta de pastillas, sus alucinaciones, la puesta en marcha de su grabadora, etc. El autor se permite incluso el diálogo consigo mismo, Juan-Cantavella, y cargar de nuevo contra la SGAE (recordar que el autor ha sido denunciando por la misma organización mafiosa después de un artículo en Quimera, donde acusaba a dicha sociedad de ejercer la piratería).

¿Y cómo nos vende el autor el producto más allá de sus virtudes? Pues con una nueva etiqueta con la que llamar la atención, un nuevo eslogan para un producto ya conocido. A pesar de que se declara admirador del periodismo gonzo, Juan-Cantavella nos habla en un manifiesto, colgado en web, de aportaje, suerte de reportaje donde “cada personaje es absolutamente real y todo parecido con la ficción de los hechos, una casualidad maravillosa”. Y en lugar de periodismo gonzo nos habla de Punk Journalism, “una forma bastarda del periodismo Gonzo”. En su ensayo Juan-Cantavella escribe:

En el aportaje no existe el pacto de veracidad que rige los designios del reportaje periodístico. Establecido entre el periodista y el lector, semejante horterada compromete al primero con la veracidad de la información ofrecida al segundo, de tal forma que si se respeta la etiqueta y el periodista actúa con recato y diligencia, antes siquiera de leer el texto el lector ya sabrá que lo que se le va a contar es cierto. […] De modo que cuando el lector se enfrenta a un texto de estas características confía en que cuanto le van a contar es la realidad y no una ficción.

En el aportaje, en cambio, este pacto no existe. El lector se enfrenta al aportaje sin tener la seguridad de que todo lo que va a leer es cierto. Esto no quiere decir que todo lo que vaya a leer sea mentira. De hecho, en un sentido profundo significa lo contrario. Lo que cambia es la actitud, y la actitud del lector que se enfrenta a un aportaje no está basada en la confianza, como sucede con el reportaje, sino en la sospecha. Al lector de un aportaje no le está dado saber de antemano si lo que van a contarle sucedió en realidad.

El periodismo gonzo, si se piensa en ello, no avanzará mucho más allá mediante castillos retóricos de arena, sino que debería focalizarse en continuar por la senda periodística de Wallraff y afilar más la mordedura, como ya hace en algunos pasajes Juan-Cantavella. No obstante, uno tiene la sensación con su última obra de que le intentan dar gato por liebre, a pesar de la honradez de su autor. En primer lugar, los pactos de veracidad entre el periodismo y el lector jamás han tenido menos validez que en la actualidad, a pesar del envoltorio oficialista. Precisamente ese fue uno de los puentes dinamitados por El Nuevo Periodismo, y su alergia al dogma de la virtual objetividad. No parece honesto levantar muros ya derribados para volverlos a dinamitar, con el objetivo de ponerse viejas medallas y atraer algunos críticos perezosos.

Más interesante resulta quizás el juego de desconfianza que plantea Juan-Cantavella, donde el lector duda de todo y finaliza su lectura sin la más mínima certeza. Sin embargo, esta confusión (sucedió o no sucedió / estuvo allí o no estuvo allí), o mejor dicho susceptibilidad, siempre ha ido a lomos del periodismo gonzo, acusado de potenciar construcciones de la realidad al gusto del reportero, al igual que es intrínseca a todo el periodismo. De ahí que bajo las premisas de Juan-Cantavella la venta del concepto devore cualquier propósito periodístico, aunque me temo que el inteligente autor no tiene tales pretensiones trasnochadas de servicio. De hecho, ya hablamos quizás más de novela gonzo que no de periodismo gonzo, y no precisamente por su formato de publicación.

Juan-Cantavella insiste en marcar distancias y también habla de Old Journalism al considerar que El Nuevo Periodismo está desfasado, cuando El Nuevo Periodismo alcanzó cotas de modernidad antaño todavía no superadas y referentes no suplantados. Es una tradición quebrada. En lo que a periodismo gonzo se refiere, Juan-Cantavella lo sustituye por el Punk Journalism, forma bastarda del periodismo gonzo: “...en el caso del Punk Journalism no sólo se importan las elegantes trampas de la narración realista sino también otras menos respetables que tienen que ver con la pura fabulación, la parodia maliciosa, la mentira sincera, la especulación kamikaze, el despropósito gratuito, la irresponsabilidad inmediata, etc... o lo que viene a ser lo mismo, el Punk Journalism también trafica con mentiras porque sabe que lo que está diciendo es verdad”. Si se ha leído a HST, sobretodo el post-Hell’s Angels, uno encuentra precisamente todo tipo de trampas poco respetables (pura fabulación, la parodia maliciosa, la mentira sincera, la especulación kamikaze, el despropósito gratuito, la irresponsabilidad inmediata), de forma que no hay justificación para una nueva etiqueta. En suma, es una etiqueta ficticia que genera confusión y algo de notoriedad, en complicidad con el interés editorial, lo que no quiere decir que la novela no tenga pasajes con contenido crítico, gamberros y entretenidos, aunque para diversión la del propio autor en sus carnes.

28/05/09 Fric-Frac Club


Le questionnaire du FFC: Robert Juan-Cantavella

par François Monti

Né à Almassora en 1976, Robert Juan-Cantavella fait partie des écrivains qui sont en train de faire bouger la littérature espagnole contemporaine. Il a publié Proust Fiction, recueil de nouvelles salué par Julián Ríos et Juan Goytisolo, ainsi que deux romans, Otro et El Dorado. Il a aussi été responsable de Lateral, excellente revue culturelle barcelonaise et a récemment traduit en castillan Zone, de Mathias Enard. Il existe actuellement des projets de publication française de Proust Fiction et El Dorado. Ces deux titres ont été évoqués en détail sur Tabula Rasa.


Que ferez-vous lorsque plus personne ne lira de livres ?
On ne peut pas dire qu'il y ait beaucoup de gens qui lisent mes bouquins, je ne crois pas que ça changerait beaucoup de choses pour moi. De toute façon, je pourrai faire quelque chose d'autre, je ne suis pas prédestiné à la littérature ou quelque chose du genre.


Le premier souvenir (ou émotion) littéraire ?
La première lecture dont je me souviens, c'est les BD de Mortadelo y Filemón et des romans abrégés pour enfants, comme Robinson Crusoe ou Dr. Jekyll y Mr Hide, il y avait des illustrations au début de chaque chapitre. Une des émotions dont je me souviens avec le plus d'affection, c'est le rire, le rire que me causa la lecture des Exercices de style de Queneau: j'étais en train de le lire assis sur le lit et j'ai dû me lever pour fermer la fenêtre, au cas où quelqu'un de l'appartement d'en face me voyait rigoler ainsi, un livre et la main, et pensait que j'étais fou.

Que lisez-vous en ce moment ?
Puente de Alma, de Julián Ríos, Bastard Battle, de Céline Minard (par ta faute) et Dinero, une BD de Miguel Brieva.

Quels sont les auteurs que vous avez honte de n'avoir jamais lu? Avez-vous réellement lu A la recherche du temps perdu en entier?
Non, je n’ai pas lu A la recherche… en entier, mais bien les trois premières et la dernière partie (c’est de celle-là que parle Proust Fiction, de la dernière partie, dans laquelle il y a une théorie de l’art très intéressante, tirée des Allemands). Et l’auteur que j'ai honte de n'avoir jamais lu est Henry Miller, j’ai lu le début de je ne sais plus quel livre et ça m'a fasciné, mais je ne sais pas pour quelle raison, je me suis arrêté et je ne l’ai jamais repris. Peut-être vais-je le reprendre maintenant.

Suggérez-moi la lecture d'un livre dont je n'ai probablement jamais entendu parler.
Asesino Cósmico, de Curtis Garland. C'est un des pseudonymes de Juan Gallardo Muñoz (Barcelone, 1929; d'autres sont Johnny Garland, Addison Starr, Donald Curtis, Kent Davis, Don Harris, Glenn Forrester ou Elliot Turner). Depuis la fin des années '50, il a écrit plus de 2000 romans: de terreur, de science-fiction (appelés “de l'espace”), de détectives, de l'ouest (western). On les vendait dans les kiosques à 5 ou 10 pesetas (à peu près 5 centimes d'euro). Ce type d'auteur écrivait deux ou trois romans par mois, parfois plus, et les maisons d'édition les obligeaient à adopter des pseudonymes, normalement anglo-saxons, pour des questions d'ordre commercial.
        Parmi les compagnons de voyage de Curtis Garland, on trouve Joseph Berna, Ralph Barby, Lou Carrigan, Marcial Lafuente Estefanía ou Corín Tellado (tous des pseudonymes). Les deux derniers (se consacrant principalement aux romans “de l'ouest” et “romantiques”, respectivement) sont ceux qui obtinrent le plus grand succès, et les meilleurs conditions économiques de la part de leurs éditeurs (il s'agissait essentiellement d'un seul: Bruguera), dans des temps aux pratiques éditoriales absolument léonines. Il s'agit de romans courts, et d'un genre qu'avec les années, l'influence nord-américaine et en se fixant principalement sur sa forme de distribution et de commercialisation, on a appelé “pulp”, ignorant les différences de genre. Le grand Kurt Vonnegut a un personnage qui s'appelle Kilgore Trout, à travers lequel il parle de façon hyperbolique de ce type d'écrivain. On publiait les romans de Kilgore Trout dans des revues porno (alors que ses écrits ne le sont pas), mais on ne l'informait jamais ni de quand ils allaient paraître ni dans quelles revues, ce qui forçait le pauvre homme à aller à la recherche de ses textes dans des lieux très sordides. Ce n'est pas le cas de ces auteurs, qui étaient déjà reconnus en leur temps d’un point de vue populaire, et publiés dans de vrais volumes. Mais je sais, par exemple, que Juan Gallardo Muñoz ne conserve que 20 de ses romans, plus ou moins ceux que j'ai moi aussi, achetés entre 1 et 3 euros au Mercat de Sant Antoni, un délicieux marché de livres anciens qui a lieu les dimanche matin à Barcelone. Curtis Garland est un des classiques du genre, et de cette époque sauvage, qui en Espagne a aussi son équivalent dans le monde de la BD (également chez Bruguera) et dans le cinéma, avec un réalisateur comme Jess Franco (célèbre pour les films dans lesquels il mêle terreur et porno) qui dût, aussi bien à cause du porno que de sa vision joueuse de la terreur, travailler en dehors d'Espagne, alors sous la dictature franquiste. Asesino Cósmico raconte l'histoire d'un extra-terrestre malveillant nommé Ukk qui arrive sur terre dans sa soucoupe volante avec l'intention de détruire la planète.

Le livre que vous avez lu et que vous auriez aimé écrire ?
La vie, mode d'emploi, de Georges Perec. Il me fascine parce que s'y conjuguent deux éléments que je n'avais jamais vus conciliés en un seul livre. Un formalisme extrême, qui est un élément qui, à l'époque comme aujourd'hui, m'intéresse beaucoup, avec une grande puissance littéraire. Normalement, les livres que j'avais lu jusque là et qui avaient un degré si grand de formalisme, de jeu structurel, ne me satisfaisaient pas tellement au niveau du récit, de la prose, de ce qui a à voir avec l(es)' histoire(s). Perec, lui, y parvient, tout comme je pense que La maison de feuilles de Mark Z. Danielewski y parvient aussi, dans une autre mesure.

Dans votre parcours de lecteur, quel livre vous semble avoir été ou être encore le plus surestimé par les critiques et les lecteurs ?
Je ne sais pas. Je trouve cette question très difficile. Je ne suis pas un assez bon lecteur, ni assez audacieux, je tente d'y répondre et j'ai mal à la tête.

Quel est le plus mauvais livre que vous ayez lu ?
La majorité des livres que je commence, je ne les termine pas. Quand un livre ne me plaît pas, je l'abandonne. Le champion des mauvais doit être dans le tas. Mais d'un autre côté, j'ai travaillé comme lecteur éditorial et comme critique, et là aussi j'ai dû lire un paquet d'ordure, mais je vais suivre un code déontologique dont je sais qu'en réalité il n'existe pas pour n'en nommer aucun.

Quel est le livre qui vous semble avoir été le mieux adapté au cinéma ?
King Lear - Shakespeare / Ran - Kurosawa.

Écrivez-vous dans le silence ou en musique ?
En musique.

Qui est votre premier lecteur ?
J’en ai trois, Óscar Gual, Aina Mercader et Anna Juan Cantavella, toute une équipe.

Quelle est votre passion cachée ?
Durant l'été 2007, j'ai examiné des vieux numéros de la revue Hola, la revue sentimentale la plus “madame” et le plus conservatrice d'Espagne, et la source la plus autorisée que je connaisse pour s'informer des mariages, des baptèmes et des communions de familles royales européennes en temps réel. A l'époque, je l'ai fait pour me documenter pour mon roman El Dorado, mais j'ai gardé un certain goût pour elle, et je ne la lis plus seulement quand je vais chez le dentiste.

Qu'est-ce que vous n'avez jamais osé faire et que vous aimeriez faire ?
Gagner à la loterie.

12/03/09 Tabula Rasa


Gonzo Ibérico & la madeleine plagiée

par François Monti

Je ne sais pas s’il est facile de trouver « Otro », le premier roman de Robert Juan-Cantavella, mais je sais qu’il n’est pas simple de mettre la main sur « Proust Fiction », son premier recueil de nouvelles. Eh bien, l’effort n’est pas vain car, il faut le dire d’entrée, c’est une petite merveille. Juan-Cantavella a plusieurs casquettes : dernier responsable de rédaction de la mythique revue barcelonaise Lateral, traducteur du français (la dernière parue est « Zona » de Énard) et écrivain membre à part entière de ce que la critique journalistique veut ranger dans une case générationnelle (nocilla, afterpop, mutante o lo que sea). Son nouveau roman, « El dorado », est, soyons vulgaire, tout simplement bonnard. Allons-y.

Publié en 2005, « Proust fiction » regroupe une série de nouvelles parues dans diverses revues. Julián Ríos l’avait présenté comme le travail d’un nouvel auteur réellement nouveau. Goytisolo, quant à lui, évoquait des récits juteux ou fouillés, ce qui, venant du Juan sans terre, n’est qu’un superbe compliment. Que se passait-il là dedans ? Tout est presque dans le titre et dans le récit correspondant. Collision direct entre grande culture littéraire (on parle de Cervantès, Cortázar et Proust) et les popismes fin de siècle. Ouh là là, je sens quelques froncements de sourcils. Train wreck : Tarantino et Proust ! Mais c’est une réussite totale. Imaginez : une certain Giacomo Marinetti, petit fils du futuriste, se lance dans la poésie et plagie plagie plagie, est poursuivi, envoyé en tôle et se retourne contre un pauvre Proust qui écrirait maintenant, l’accusant, dans un procès ayant lieu à Nürnberg, d’avoir volé sa madeleine à José Ángel Valente, etc. Au milieu de tout ça, l’intimidation du fragile Marcel par un groupe vandale discutant un peu trop bruyamment des influences réelles de Tarantino et des délires scatologiques en latin. Plus plein d’autres choses. En 65 pages parfaites. Ce n’est pas pour rien que j’avais évoqué ce texte en parlant du « Bastard battle » de Céline Minard. Evidemment, on se marre mais si on ne faisait que se marrer, ni Ríos ni Goytisolo n’en parleraient. Le lecteur travaille. Le lecteur participe. C’est directement amusant, et c’est encore plus amusant en pelant comme un oignon le récit afin de découvrir ses différents niveaux de références et d’allusion. Et surtout, il s’agit là d’une manière superbement ludique de retravailler le concept de plagiat dans son sens ou son absence de sens littéraire.

On n’évoquera pas tous les textes mais si « Proust fiction » referme « Proust fiction » il nous faut aussi au moins brièvement évoquer « El deslumbrado » qui ouvre « Proust fiction », parce qu’il est aussi révélateur du jeu littéraire et de la créativité de l’auteur : il s’agit là de l’histoire de quelques géants attendant du côté des moulins un chevalier errant à la triste mine. Cantavella nous raconte comment ils disparaissent, changeant sans doute la face du monde sans le vouloir. Imaginez un seul instant ce qu’il aurait été d’Alonso Quijano si ses géants avaient vraiment été des géants…

Une des constantes du recueil est  la figure de Trebor Escargot, alter ego hijoputa de Juan-Cantavella. Presque toujours à la marge du récit, il prend la place centrale dans « Badajoz », version un brin dingue et cojonudamente ibérique du « Fear and loathing in Las Vegas » de Hunter S. Thompson. Escargot, journaliste chargé, part en reportage gonzo version postpunk dans la principale ville de la province la plus pauvre du pays pour assister à un congrès d’archéologues qui est en fait un congrès de muséologues. Ajoutez à ça une histoire de meurtre abracadabrante et bien bon bref quoi. Ce n’est certes pas le meilleur récit mais ça annonce un machin grandiose ou presque, ça annonce « El dorado ».

Eh oui, « El dorado ». L’ami Escargot est envoyé faire un petit reportage à Marina D’Or, immense bloc de béton sur la côte du Levant. Tout ça commence un peu comme une version villégiature du « Supposedly fun thing I’ll never do again » de David Foster Wallace : le journaliste doit narrer l’expérience du vacancier moyen mais comme il n’est pas vraiment à sa place… et qu’il a la malette chargée d’alcools et de pilules, ainsi qu’une obsession certaine pour Sinatra sur Last.fm, on dérape très vite. Le dérapage devient vautrage quand l’Escargot, speedé mais lent, se rend compte que sa typologie de la populace locale (ou des retraités en short, ou des familles entières) correspond à un véritable conflit armé générationnel plutôt laid – le conflit n’est pas métaphorique. Le danger est trop grand, ni une ni deux, Escargot va chercher son pote Brona à sa sortie de cabane et zou direction Valence où Benoît XVI va venir célébrer les Veme rencontres mondiales de la famille sous fond d’assassinat en série des monarques du monde entier et de recherche de l'eldorado perdu. Je vous laisse imaginer la suite…

Derrière un délire omniprésent et des blagues parfois insensées, « El dorado » est le deuxième livre de 2008 qui nous propose un portrait dévissé de l’Espagne. Le premier était « España » de Vilas, qui le faisait d’une façon toute différente avec un projet plus clair (rien que le titre). Ici, c’est une toile de fond derrière une comédie lysergique de grande puissance. Juan-Cantavella est originaire de la province de Castellon dans le Levant (comme Óscar Gual), et il parle de sa terre puisque Marina d’Or, l’épouvantable bloc de béton attrape-touriste, est tout proche. Cette zone de villégiature représente d’ailleurs bien ce que l’Espagne a fait de plus infâme en matière de bétonisation de la côte sur les 30 dernières années mais en plus, étant donné qu’il s’agit d’un des projets les plus pharaoniques du secteur de la construction ibère, peut servir d’image de la dérive d’un pays dont l’économie est basée sur les promoteurs immobiliers et les constructeurs. De même, les grands rassemblements réguliers de croyants autour du thème du respect de la famille traditionnelle sont aussi devenus une manifestation typique d’une certaine identité espagnole, pour le moins de son pan le plus lié à la congrégation des évêques. Ce ne sont là que les deux points principaux d’un portrait finalement plus large de l’Espagne en version outrée et kitsch qui ne plaira pas à tous : certains se demandent où on va alors que ceux qui apprécient d’abord le voyage en lui-même (headtrip ou mindtrip) seront, je pense, enchantés. D’un point de vue littéraire, si la référence Gonzo est évidente, Juan-Cantavella en donne sa propre version, celle qu’il appelle le « Punk Journalism », où la réalité est matière première d’un processus de post-production qui la piratera. L’autre grande référence, c’est Malinowski, l’anthropologue de l’observation participante. Mais ce n’est pas tant cette méthode qui attire Escargot / Juan-Cantavella que ses journaux intimes où ce qu’il dit diffère de façon notable de ses travaux académiques. Et donc Escargot participe mais dit à voix haute ce qu’il ne faut pas dire.

Si « Proust fiction » était d’abord un travail essentiellement littéraire, partant du canon pour le décomposer et le recomposer, « El dorado » décompose et recompose un pays et permet à Juan-Cantavella de démontrer son versant pulp et canaille. Escargot, c’est un grand Blondino venu du sud et ses aventures forment un livre bel et bien bruyant. C’est l’heure de prendre un Mai Tai.

06/03/09 La vuelta al mundo


CANTAVELLA x DOS

UNO: Un viaje alucinante al marcapasos de la siesta española

Si uno se molesta en acudir, antes de nada, a la extensa dedicatoria final donde Robert Juan-Cantavella, el autor de esta novela insólita[1], aclara sus deudas reales (no todas monetarias) o simbólicas (no todas sexuales), lo primero que le llamará la atención es el agradecimiento a “los concejales de urbanismo y otros mafiosos del ladrillo, que aparte de cargarse el país me han dado un tema sobre el que escribir”. Y, poco después, a “los políticos, así en general, por demostrar con su majadería que el sueño americano es posible en cualquier rincón del planeta”. Si además tenemos en cuenta que, durante este viaje demoledor por una España a punto de hipotecarse para siempre, se satiriza la visita papal a Valencia en 2006 y, además, se especula con la demencia de los promotores y usuarios de la megalópolis turística de Marina D´Or, los abusos de la SGAE, el exterminio en diversos atentados de todas las testas coronadas del planeta y parte de la aristocracia española, la bancarrota de la clase media y la familia nuclear, habría que concluir que Robert Juan-Cantavella (o su corrosivo alter ego, Trebor Escargot) es uno de los “terroristas” literarios con mejor puntería y sentido del humor del panorama narrativo español (donde no abundan, por razones que ni el Ministerio del Interior ni el CNI podrían explicarnos sin incurrir en demasiadas contradicciones).

No podía ser de otro modo, ya que estamos hablando del gran discípulo europeo de Hunter S. Thompson. El autor de Miedo y asco en Las Vegas fue el inventor del estilo gonzo, esa modalidad de la crónica que se traviste de reportaje alucinado (o “aportaje”, como lo rebautiza Cantavella). Una aplicación periodística del científico principio de incertidumbre, donde es imposible distinguir entre lo que ha ocurrido de verdad ante los ojos atónitos del periodista enviado al lugar de los hechos para ofrecer una versión normalizada de lo sucedido y la tempestad que se ha desatado en su cabeza como consecuencia de la ingesta intencionada de toda clase de drogas de diseño con objeto de que ocurra por fin algo digno de reseñar. En suma, el formato informativo que no se recomienda en las escuelas ni gustaría a ningún pope periodístico, que lo consideraría una prueba de flagrante locura. Es una lástima, sin duda, ya que en la era de la información en red los lectores ganaríamos mucho con reporteros que cubrieran conflictos o acontecimientos recientes con el desparpajo y el ingenio “deconstructor” con que Cantavella da cuenta de su estancia en el paraíso vacacional más hortera de la Eurozona (y, de paso, denuncia los desmanes urbanísticos de la zona levantina, de los que ya una espléndida novela como Crematorio, de Rafael Chirbes, había hecho un certero análisis tremendista, o, más bien, apocalíptico, frente al estilo más carnavalesco de Cantavella) o la multitudinaria sacralización del Papa Ratzinger como icono mediático del siglo veintiuno (ahhh!, si Andy Warhol levantara la albina cabeza...).

Esta novela extraordinaria participa así de una estética híbrida. Un periodismo pervertido en sus métodos y fines hasta extremos impensables y una literatura dividida entre la atención a la grosería masiva de lo real y la preservación de la inteligencia y la ironía frente a la avasalladora pretensión de tales eventos de acabar con cualquier capacidad de juicio y discernimiento crítico. Ambos extremos de la experiencia más contemporánea son retratados por Cantavella en una tentativa de agresión al lector fundada en un principio apelativo de gran eficacia retórica: “inocularte a bocajarro una buena dosis de realidad deslumbrada o de periodismo diferido o de costumbrismo malversado o de literatura en directo o de lo que sea”.

La tradición literaria en la que se inscribe El Dorado es, pues, la de todos los autores de la historia (pienso en la picaresca, El Quijote, Quevedo o Rabelais lo mismo que en Guillermo Cabrera Infante, Juan Goytisolo, Julián Ríos, Robert Coover o David Foster Wallace) que han hecho de la parodia, es decir, del desmontaje cómico de las creencias dominantes en un orden social determinado, el recurso principal de sus hilarantes invenciones. Conviene recordar que si la novela más famosa de Thompson se subtitulaba “Un viaje salvaje al corazón del sueño americano”, la gamberrada novelesca de Cantavella bien podría subtitularse “Un viaje alucinante al marcapasos de la siesta española”.

El Dorado es, pues, una novela imprescindible para cualquier lector al que preocupe el estado de postración crónica de la realidad española, o quiera profundizar en las causas de su digitalización histórica y reconversión en parque temático, sin soportar el soporífero análisis de los expertos o las hábiles manipulaciones de los políticos para encubrir su complicidad en el fenómeno. Tras participar en esta desternillante catarsis, el lector experimentará una inmediata mejoría en sus facultades mentales.


DOS: El arte del plagio

En la cultura occidental, la tradición es el plagio. Copias de copias, búsquedas inútiles del original perdido, reclamaciones de autenticidad más o menos verificables. Ya en el siglo XVI, el poeta aragonés Pedro Manuel Ximénez de Urrea anteponía un prólogo a su Penitencia de amor donde contrarrestaba las acusaciones de plagiar La Celestina en estos términos contundentes: “Ya no va nadie a infierno syno por lo que otros han ydo; ninguno puede hazer ni decir cosa que no paresca a lo dicho y hecho; nadie puede trobar syno por el estylo de otros, porque ya todo lo que es a ssido”[2].

En un contexto donde la propiedad intelectual y los derechos de autor se están transformando en pura paranoia opresiva, aparece un libro de relatos como Proust Fiction [3], de Robert Juan-Cantavella, para recordarnos cómo las estratagemas estéticas del plagio, la imitación o la apropiación han formado parte de la creatividad cultural y literaria desde siempre. Como explica acertadamente Steven Shaviro: “todos los textos hacen implícitamente lo que se atribuye explícita y abiertamente a las obras postmodernas: “samplean”, se apropian, hibridan, distorsionan, remezclan y recombinan los detritos ya existentes de la cultura”[4].

Por otra parte, la recreación de motivos ajenos también ha tenido siempre la función de renovar la lectura de los clásicos. Así, en “El deslumbrado”, el relato que inaugura este brillante libro de relatos, Cantavella propone una ingeniosa relectura de una escena prototípica del Quijote cruzándola con ecos de El desierto de los tártaros, de Dino Buzzatti, y Esperando a Godot, de Beckett. Aquí son un grupo de gigantes los que durante un tiempo interminable aguardan “muertos de asco y embutidos en tres simples molinos” la llegada del caballero. Cuando aparece al fin, los gigantes, desesperados, se han eliminado entre sí y sólo quedan los molinos.

Pero también puede el plagio o la canibalización de una obra extranjera reactivar el sueño creativo en el que se ensimisma una determinada literatura nacional. Esa alquimia transnacional la realiza “Badajoz”, una extensa narración que podría retranscribirse como "Miedo y asco en Badajoz" aludiendo a su fuente de inspiración mayor que es la novela Miedo y asco en Las Vegas del gran Hunter S. Thompson, a quien va dedicada como homenaje póstumo. No es, sin embargo, la pobre noción de homenaje la que correspondería con exactitud a este robo estético, sino un afán de reclamar para sus propios fines la condición inclasificable y excéntrica del estilo periodístico gonzo de Thompson. Como señalaba Julio Ortega en su reseña del libro en Babelia: “Se impone, así, una poética del plagio, que convierte a la literatura en propiedad anónima”. En todo caso, la crónica alucinante y alucinada de un congreso extremeño de arqueología narrada por un periodista cultural a quien lo han invitado por error y que además huye de un crimen absurdo que no ha cometido acaba convirtiéndose en una narración extrema e imprevisible que se cierra sobre sí misma, después de incontables peripecias y desdoblamientos textuales, como el nudo de la soga alrededor del cuello del narrador.

La cima del libro, no obstante, es la desternillante novela corta que le presta su insólito nombre, "Proust Fiction". En “Badajoz” la mención de una cierta “magdalena tarantiniana” sirve como aviso del principio estético fundamental de este texto programático: el encuentro de la literatura de Proust y el carisma cinematográfico de Tarantino como emblema del matrimonio postmoderno de la vanguardia y el pop, la alta cultura del modernismo y la baja cultura o cultura comercial. Todo ello, por cierto, aderezado con la historia de un nieto del futurista Marinetti aquejado de un prurito poético vinculado a los últimos desarrollos tecnológicos. Así, la archisabida descripción proustiana del impacto de la magdalena y el té en su memoria hipersestésica se metamorfosea, tras ser procesada por un traductor automático de Internet, en el poema vanguardista “La magdalena”, que pasa a ser considerado un paradigma de la “poética judicial” defendida por el poeta apócrifo Giacomo Marinetti. La muerte del autor, en este caso al menos, multiplica las posibilidades de lectura de su obra.

No exagero: Proust Fiction es una de las novedades narrativas imprescindibles de la década[5].

[1] El Dorado, Mondadori, Barcelona, 2008, pág. 350.

[2] La cita, como digo, procede del “Prólogo” de la poco conocida Penitencia de amor (Burgos, 1514), del escritor y poeta aragonés Pedro Manuel Ximénez de Urrea Fernández de Yxar (Híjar) (1486-c.1530). Ximénez de Urrea trataría de justificar, con esa declaración sorprendente, el sospechoso parecido existente entre su obra, combinación de novela dialogada y romance sentimental, y La Celestina. Con ello, quizá sin pretenderlo, Ximénez no haría sino producir (en los alegres tiempos del Renacimiento, donde la copia, la imitación de obras modélicas y la apropiación artística constituían una perversión casi platónica en la preceptiva aristotélica) uno de los alegatos más fundamentados en favor del "plagio", tal y como, algunos siglos después, lo tipifican (como delito) las sociedades burguesas y pequeñoburguesas, basadas en el régimen (desaprensivo) de la propiedad privada. Como se ve, por regresar al aspecto más relevante del concepto, este sentimiento terminal y este agotamiento o fatiga estética se han experimentado en todas las culturas con carácter cíclico. También en el antiguo Egipto hubo escribas que protestaban contra la imposibilidad de escribir algo original, como recordaba John Barth en su célebre ensayo “La literatura de la plenitud”, brillante expresión de esta situación cultural en el nuevo contexto de la postmodernidad, donde autores como Barthelme, Coover, Pynchon o el mismo Barth practicaban la parodia o el plagio creativo con tal desparpajo que habrían dado escalofríos y subidón de fiebre a tantos y tantos socios de honor o miembros de a pie de la SGAE (institución tan amiga, por cierto, de Cantavella como de Rodríguez Menéndez, salvando las distancias entre ambos personajes). Otro ejemplo paradigmático, ya citado, sería el de Cabrera Infante, sobre quien Michael Wood ha escrito no hace mucho una acertada reflexión crítica que se podría erigir en programa creativo de apropiación y malversación de propiedades textuales ajenas: “Cabrera Infante´s tag suggest that everything, or at least too much, has already been said, and said sententiously. Our escape from this overproduced world, if there is an escape, would not be into originality but into mischief, a kind of linguistic wrecking operation, or rather into a form of construction where wrecking and building are indistinguishable, where what you mean and what you dare not mean, what seems plausible and what no one in their right mind would say, surface in the same words”. Sobre todo esto, por cierto, ya se había explayado Roland Barthes en El placer del texto sin que, al parecer, se le hiciera demasiado caso en el momento de su publicación (circa 1973), quizá porque fue entendido por algunos interesados como una abjuración inoportuna u oportunista del viejo credo semiótico. [He preferido no citar los Palimpsestos de Genette, la obra cumbre del género, por no parecer que estaba saqueando o expoliando el programa de doctorado de alguna universidad norteamericana de la costa este. Nada más lejos de mi intención.]

[3] Proust Fiction, Poliedro, Barcelona, 2006.

[4] El plagio se genera de manera ontológica, podría decirse, a partir de esta misma idea borgiana sobre el simulacro como categoría de la realidad. Por tanto, una de las visiones más revolucionarias que cabría sostener ante el confuso estado de cosas existente: o bien que el mundo es un puro fenómeno y carece de sustancia o entidad, si hacemos una lectura filosófica, o bien que está únicamente compuesto por estereotipos y clichés que anteceden y sobreviven a la existencia de los sujetos que los encarnan, si la reducimos a sociología o antropología.

[5] Hasta el punto de que, según me informan “con suma cautela” (sick!) mis infiltrados en la benemérita institución, habría “serios indicios” (sick!!) en este momento para pensar que, tras la jugosa y meditada lectura de El Dorado, algunos directivos de la SGAE estarían planeando financiar con dinero público un “club de fans” (sick!!!) nacional del escritor Robert Juan-Cantavella. ¿Tendremos que esperar, una vez más, a que un medio sin remedio como “Intereconomía Te Ve" (sick!!!!) destape el escándalo para darnos por enterados?... 

16/01/09 El Cultural (El Mundo)


El Dorado

Ricardo Senabre

El embrión de esta novela del escritor Robert Juan-Cantavella (Almassora, 1976) se encuentra en su libro de relatos Proust Fiction (2005), donde aparecía por vez primera el personaje del periodista Trebor Escargot, especie de contrafigura descoyuntada y esperpéntica del propio autor y ahora protagonista y narrador de la distorsionada sátira que es El Dorado. No abunda entre nosotros el humor satírico, pero esta novela es un buen ejemplo de tan infrecuente modalidad. El autor, que acredita sobrado ingenio, parece situarse, más que en la tradición española, en una dilatada línea narrativa anglosajona que, arrancando de Sterne -cuyo Tristram Shandy es inevitable recordar en algunos pasajes y en las consideraciones que a veces brotan acerca del propio texto-, llega hasta David Lodge o Tom Sharpe. En pos de materiales para un reportaje -o “aportaje”, nuevo concepto cuyo significado dilucida su inventor (págs. 187-191), Escargot pasa unos días en el centro de vacaciones Marina d’Or, para desplazarse luego, en compañía de su amigo Brona, que acaba de salir de la cárcel, hasta Valencia, donde ambos asisten a los preparativos y el desarrollo del Encuentro Mundial de las Familias celebrado allí en julio de 2006 con asistencia del Papa. Estos dos motivos sin relación alguna -las vacaciones programadas y la celebración de Valencia- son los ejes de un alud de observaciones humorísticas (“apreciaciones cínico-festivas”, según su creador [p. 237]), agudas parodias críticas, situaciones grotescas e incesantes caricaturas, tanto de personajes de ficción como de individuos reales -así, ciertos políticos abiertamente mencionados y vapuleados- o de identidad apenas encubierta, como en el caso del arzobispo Bronco Vareta. A menudo, la visión de los hechos aparece deformada por la mente del narrador, que consume sin cesar estimulantes y pastillas de todo tipo, de modo que las fronteras entre los hechos contemplados y los delirios se debilitan, e incluso, en alguna ocasión, afectan al propio lenguaje y hasta se materializan en la escritura: “Las plabaras torpieazn uans con otars en mi metne” (p. 341).

No cabe dudar del extraordinario ingenio que acreditan los recursos puestos en juego por Juan-Cantavella. El enloquecedor viaje a Valencia, los coloquios entre Escargot y el encargado de relaciones públicas de Marina d’Or, los diálogos con Brona, el jocoso análisis de los libros de Malinowski o de las tertulias deportivas radiofónicas, la inscripción en el voluntariado del congreso, los continuos dardos contra la comercialización de las creencias, la robotización de las conductas y el falseamiento de los valores, tocan en algunos momentos las cimas de la literatura satírica. Todo ello, sin embargo, sería mucho más eficaz si a este relato torrencial se le hubieran podado excursos y divagaciones no siempre pertinentes, y hasta pasajes enteros, como el referido a la hecatombe de los reyes, prolijos e innecesarios, que dan al conjunto una apariencia desflecada y un tanto caótica, cuando la novela debe contener una estructura, una ordenación de elementos, aunque sea para expresar el caos.

La desmesura de la obra daña la originalidad y la poderosa capacidad humorística del autor, patente incluso en la acuñación de oportunos neologismos (“presidiear”, los colectivos “el opinariado público” o “el peregrinado”). Y también hay ciertos defectos reiterados de escritura. Frente al uso de fórmulas como “la cuestión es que”, aquí sólo aparece la reprobable “el tema es que”, más de treinta veces, y el nefasto “tema” surge también en otros usos: “que la máquina esté puesta a punto en temas de presión del agua y temperatura” (p. 97), “un vulgar referéndum finiquitó el tema monárquico en el país”, etc. Es disparatado escribir “me tiro al suelo con los brazos en jarra alrededor de la cabeza” (p. 39) o “con los brazos en jarra sobre la cabeza” (p. 270), ya que, por razones obvias, para estar “en jarra” los brazos deben situarse en la cintura. De mismo jaez son deslices como “Ziang ya está bajo el quicio de la puerta” (p. 87) o la confusión entre “escalón” y “escalafón” (p. 39). Y los editores tendrían que haber cuidado más un texto que lo merecía, para evitar la bochornosa ortografía de silvar (p. 151), envestir (p. 161), alagada (p.259) o me hecho al suelo (p. 270).

05/01/09 El Boomeran(g)


El Dorado

Javier Fernández de Castro

El periodista Trebor Escargot recibe un enigmático e-mail en el que uno de sus clientes habituales - un tal Roque Nauj - parece encargarle un reportaje sobre el complejo turístico Marina d´Or, en aquél momento en pleno lanzamiento y amenaza de expansión universal. Más adelante resultará que el mensaje era una añagaza y que el verdadero objetivo de poner a Escargot en la carretera no era desenmascarar la monstruosidad urbanística que se esconde detrás de los  estrafalarios y superhorteras decorados del llamado "mayor complejo vacacional de Europa" sino hacerle descubrir, de paso, la localización actual de El Dorado. Y de ahí el título de la novela.

Pero la autenticidad o no del encargo es lo de menos porque Escargot, buen profesional donde los haya, se presenta puntualmente en esa aberración playera ubicada no lejos de Oropesa (Castellón de la Plaza) armado con todos los artilugios que la high-tech pone a disposición de un reportero moderno, empezando por el ordenador portátil con conexión inalámbrica a internet, una sofisticada cámara digital  y una grabadora de última generación, sin olvidar un bolso lleno hasta los topes con las últimas creaciones que la farmacopea de diseño puede ofrecer en el campo de los psicotrópicos.

O sea que, en efecto, el planteamiento remite inevitablemente a Miedo y asco en Las Vegas, la sorprendente y rompedora novela de Hunter S. Thompson. En cierto  modo, Marine d´Or llevaba camino de ser un más que digno remedo de Las Vegas y ha hecho falta una crisis financiera universal comparable al crack del 29 para que su promotor, un antiguo vendedor de colchones llamado Jesús Ger, no haya logrado erigir su soñado monumento a la fealdad, el mal gusto y la imbecilidad estival pagada. Pero iba bien encaminado y con lo que ha tenido tiempo de levantar hay tema de sobras para que un reportero perspicaz pase allí un inolvidable fin de semana.

También es similar el tratamiento de las situaciones en ambas novelas: tanto aquí como en Las Vegas el telón de fondo es en sí mismo tan alucinante que el recurso a los psicotrópicos es un complemento estético y no un elemento esencial, pues lo cierto es que allí no hay mucha diferencia entre ir o no colocado, y tanto lo que ocurre como lo que Escargot imagina que ocurre es un disparate descomunal y un despropósito detrás de otro. Más adelante, la acción se traslada a la autopista Barcelona-Valencia con esporádicas salidas a la inverosímil carretera N-340, aparte de que Escargot ya no está sólo en su búsqueda de El Dorado porque ahora le acompaña un compinche apodado Brona (contracción cariñosa de Bronislaw Malinowski) y de inmediato se entiende por qué esa pareja son tan amigos. El nuevo viaje alucinante termina con la llegada e inmersión en una Valencia entregada a la celebración del V Encuentro Mundial de las Familias 2006, una de las últimas campañas de marketing que llegó a planificar Juan Pablo II y que fue culminada por su sucesor, el papa Benedicto XVI, antes cardenal Ratzinger. Por descontado que los encuentros con monjas de todas las órdenes del mundo, mas las masas de entusiastas y  matrimonios cargados de niños y en pleno éxtasis mariano, así como el resto de asistentes a un congreso de estas características ofrecen ocasiones abundantes para el extravío y la confusión de los dos reporteros, eficazmente ayudados en esto por las esporádicas  irrupciones de lo que podríamos llamar lo real.

Dicho tan de corrido puede parecer que El Dorado sea una mera sucesión de disparates y astracanadas sin más objetivo que entretener al lector recurriendo si cabe a una sal tan gruesa como la de los escenarios donde transcurre la acción.  Pero sería una impresión injusta. Detrás de tan colorista sucesión de despropósitos hay una planificación rigurosa, apoyada en una documentación abundante y de primera mano. Casavella no sólo estuvo en Marina d´Or los días que se narran en esa sección de su novela sino que luego se inscribió como cooperante en el simposio sobre la familia, obtuvo sus credenciales de cooperante y vistió las ropas reglamentarias. Que luego llenase de drogas la mochila entregada por la organización es más un detalle que una necesidad estructural porque, repito, en circunstancias tales aun yendo sobrio la realidad sobrepasa con creces cualquier ficción. Hay incluso un intento bastante serio de teorizar sobre la técnica novelística puesta en práctica, y remito al lector curioso a la sección "El aportaje y el punk journalism" (pág. 187). Pero si de poner algún reparo se trata, y ya que está tan a mano un precedente como Miedo y asco en Las Vegas, yo señalaría como carencia la falta de ritmo. De acuerdo que el lector que también haya frecuentado los estados de ánimo que proporcionan las pastillas de colorines reconocerá esa tendencia de Escargot a montarse películas de terror a partir de cualquier detalle insignificante, o su gusto por ensimismarse ante un simple reflejo de luz. Pero cuando se trata de una narración el ritmo es una cualidad sutil y que sólo se deja notar cuando lo echas en falta: lo tienes o no lo tienes. Y aquí, a veces, se echa mucho de menos.

12/12/08 El Faro de Murcia




07/12/08 Levante


En busca de la felicidad en Marina d´Or

Patricia Gimeno, Valencia

El paraíso es algo que todos los hombres persiguen pero pocos encuentran. De esta afirmación podría partir perfectamente el último libro del periodista y escritor Robert Juan-Cantavella (Almassora, 1976). "El Dorado" es el título de esta novela que transcurre entre Marina d'Or y la ciudad de Valencia y que protagoniza el ya conocido Trebor Escargot. "Trebor es un personaje que ya he utilizado en otros libros. Tiene algo de mi, aunque el va más allá de lo que yo iría", admite Cantavella. Escargot, es un reportero "cínico y valiente" que tendrá que moverse entre estos dos escenarios para escribir un aportaje sobre las vacaciones y la costa.

El aportaje es el género por excelencia de lo que se califica como punk journalism, una variante del periodismo gonzo en el que se rompe el pacto de veracidad con el lector. "El punk journalism no se compromete a decir las cosas ciertas a su receptor", explica el antiguo periodista de Lateral. Esta es una de las claves para hacer de esta novela un libro especialmente interesante. Esta compuesta por elementos reales pero también hay otros que no lo son, y para el lector resulta ciertamente difícil distinguir entre la realidad y la ficción. "Mi propósito con este libro es poner al lector en una situación de sospecha", afirma Juan-Cantavella.
Aclarar las verdades del libro

Para que al lector le sea más fácil descifrar las verdades del libro, el propio autor ha habilitado un página web que más que para promocionar el libro, sirve como archivo documental del mismo. Con ella, Cantavella deja patente el intenso trabajo documental que llevó a cabo para escribir el libro, así como el tiempo que dedicó a ello. "Aparte de investigar por mi cuenta, pasé casi una semana en Marina d'Or y también estuve en Valencia durante la visita del Papa", comenta el escritor. De la incesante búsqueda documental se desprenden ciertos puntos críticos que se encuentran en el relato, el principal de ellos el que hace al exceso de urbanismo en la Comunidad Valenciana. "Marina d'Or es una excusa para criticar el modelo urbanístico, ya que podría considerarse su máximo exponente", afirma el periodista.

De hecho, la ciudad de vacaciones es uno de los elementos clave del libro. "Marina d'Or es como un parque temático surgido de la nada, no creo que haya un lugar más curioso en todo el país, por eso elegí centrar la acción de mi novela allí", comenta Juan-Cantavella. Y junto a Marina d'Or, el otro escenario estrella de la novela es la ciudad de Valencia durante el V Encuentro Mundial de las Familias que tuvo lugar en el año 2006. "La visita del Papa a Valencia y Marina d'Or me interesaban como motor del libro, porque la ciudad se transformó durante la celebración de este evento", declara el escritor de Almassora.

Y el motor de la historia, como el propio escritor cita, es la búsqueda de la felicidad que se esconde tras el aportaje que le encargan a Escargot. "Marina d'Or es una especie de El dorado, se vende como un paraíso en el que es fácil encontrar la felicidad", afirma el escritor. De las misma manera que lo era encontrarla en Valencia cuando fue visitada por el Papa, "Valencia tomó otro cariz durante su visita. La ciudad fue tomada literalmente por el Papa y su séquito", declara Robert Juan-Cantavella
Con todos estos alicientes y los posteriores hechos que llevan al protagonista a tener que investigar un crimen, lo que Cantavella quiere dejar reflejado en la novela es que la vida tiene mucho de surrealismo, o como él mismo dice: "La realidad siempre supera a la ficción".

25/10/08 La Gaceta de los Negocios

21/10/08 Afterpost


Robert Juan Cantavella y el Kitch Burlesque

Miguel Espigado

Durante el SXVI, el gusto renacentista por los juegos y la recuperación de filosofías como la aristotélica, que proclamaban la necesidad de la risa y la diversión, dio lugar a un importante éxito editorial de la poesía burlesca, que se popularizó en Italia y más tarde en España. Los procedimientos satíricos y burlescos contagiaron la poesía, el teatro y la novela barroca, y otorgaron a la literatura una función jocosa que hoy en día parece casi desaparecida. El Dorado, la última novela de Robert Juan Cantavella, supone una excepción en un panorama literario purgado de comedia.A través de su alter ego en el relato, Trevor Escargot, Cantavella vuelve a los procedimientos satíricos para analizar la cultura kitch de la sociedad española del siglo XXI. Dos son los escenarios donde Escargot pone su tembloroso punto de mira: el complejo residencial Marina D´or, y la visita del Papa Benedicto XVI a Valencia. Su misión como periodista será la de realizar un “aportaje”, suerte de reportaje donde “cada personaje es absolutamente real y todo parecido con la ficción de los hechos, una casualidad maravillosa”. El relato de estos viajes, de sus reflexiones y de sus aventuras –muchas en compañía de su amigo Broma- componen El Dorado.

KITCH
Dice Umberto Eco en Apocalípticos e Integrados que lo kitch es aquello que ya está consumido, y que “llega a las masas o al público medio porque ha sido consumido; y que se consume (y, en consecuencia, se depaupera) precisamente porque el uso a que ha estado sometido por un gran número de consumidores ha acelerado e intensificado su desgaste”. El público medio todavía no ha sido informado de esa degradación y sigue demandando el mismo producto, hasta que se estigmatiza definitivamente tras su identificación definitiva como kitch, a través de procedimientos de ironía, sátira, crítica o comedia. El Burlesque, género que se entiende generalmente como una parodia o pastiche que ridiculiza los hábitos de los distintos estratos sociales, ha servido tradicionalmente como escenario de estas tensiones entre clases altas y bajas, y ha identificado los vicios de unos y otros a través de su ridiculización. En ese sentido, El Dorado supone una especie de kitch burlesque, donde el objeto de burla ya no es la diferencia entre clases altas y bajas sino el espacio intermedio surgido tras la apropiación popular de los códigos elitistas. Tanto Marina D´or como Benedicto XVI pertenecen ya a lo kitch, gracias a políticas de imagen antagónicas que sin embargo los han situado en la misma esfera; mientras Marina Do´r ha intentado suplantar lo elitista a través del simulacro, el Papa de Roma ha mediatizado su figura para evangelizar a escala planetaria, emboscándose en lo popular.

El viaje de Escargot muestra el raro conjunto y señala a sus agentes receptores, en su mayoría pertenecientes al segmento tradicionalista de nuestro país, ya algo desfasado y ausente en las esferas de mayor influencia social. Durante su estancia en el conocido Resort, y más tarde en su visita a Valencia -ya acompañado por su amigo Broma- el periodista posará su mirada alucinada en una realidad contra la que se revela y de la que a su vez es expulsado, una y otra vez, en un ir y venir que evidencia la fractura cultural que ya no puede identificarse con la vieja dicotomía alta/baja cultura, sino con la nueva antinomia kitch/cool. Trevor Escargot, representante de lo cool (en su variación bohemio-outsider-politoxicómano) desciende al universo de lo kitch, de Marina D´or y las apariciones multitudinarias del Santo Pontífice, y evidencia a través de la sátira los nuevos estamentos de una sociedad dividida en consumidores de Papas y consumidores de drogas.

Marina D´or
Marina D´or pertenece a esos territorios vedados, accesibles pero inexpugnables, que abundan en la cotidianeidad. ¿El bingo de la ciudad? ¿la plaza de toros? ¿las iglesias? ¿las playas turísticas? ¿los puti-clubs? Es en esos lugares cercanos-lejanos, donde la fractura kitch se materializa en una frontera psicológica infranqueable, y donde Escargot lleva una labor periodística similar a la de un corresponsal de guerra, enviado desde las facciones de lo cool para una misión de exploración que hasta se vuelve peligrosa, como si verdaderamente se hubieran cruzado auténticas trincheras.

Marina Do´r es un monstruo de cifras y realidades, un megalómano sueño de ladrillo, que en la España post-Malaya y tras monumental derrumbe de nuestro modelo económico, se parece más la pesadilla de un faraón empachado de horchata (p.ej) Los lectores de El Dorado difícilmente podrán dejar de recordar la publicidad masiva que durante años sus promotores colgaron en los principales medios de comunicación españoles. Carol París, en la antología Odio Barcelona, tituló un extracto de su relato: “Barcelona, ciudad de Vacaciones”. Reconocible, ¿no? Por eso la novela de Cantavella bien puede verse como un ejercicio de contrapublicidad sobre una realidad que solo conocemos (pero reconocemos) a través de la ficción publicitaria. Más que mostrar, recicla los códigos dados, los parodia a través de pequeñas variaciones, revirtiendo su significado, como el grafitero que pinta mostachos fascistas en los carteles de los políticos en campaña. Cantavella desnuda los mecanismos de la retórica publicitaria, y deja que luego ésta se desenmascare a sí misma. Usa la técnica del entrevistador que sabe que, a veces, para hundir a alguien solo hace falta dejarlo hablar a su aire el tiempo suficiente.


El Papa
Juan Pablo II y su estrategia de evangelización a través de los viajes, seguidos por millones de personas en directo y desde los televisores, “consumió” la figura del Santo Pontífice, dejando en herencia a Benedicto XVI un papado rebajado a material para la televisión pública. Cantavella señala especialmente los elementos que asemejaron el cónclave de Valencia a un festival de música o reunión similar (merchandising, pulseras, estética marcada de los asistentes, stands comerciales, gregarismo), evidenciando las contradicciones que supone organizar un evento supuestamente espiritual como si se tratara de un concierto de los Rolling Stones, Arco, o la Feria Anual de Turismo. La nueva peregrinación asume los protocolos comunes a estos actos y por lo mismo se convierte en otro acto de consumo. Las enormes medidas de seguridad más la masificación vuelven al Papa inaccesible y distante, y Trevor acaba viendo sus apariciones publicas por el televisor de un bar, pese a haberse acercado al lugar de los hechos. Como en un concierto en un estadio, donde no vemos a nuestro ídolo sino a través de las proyecciones de las pantallas gigantes, la experiencia de directo no llega a producirse, y nuestra asistencia física deviene en una experiencia vacía, insatisfactoria, que nos iguala con el resto de la masa y a las vez nos obliga a competir dentro de ella, en una “guerra de interés” que jerarquiza a la muchedumbre según se distancie de su objetivo. Trevor, al renunciar a la proximidad no hace sino proclamarse en el último nivel de esa jerarquía: el nivel de interés 0.

El Papa en El Dorado aparecerá además como el último monarca del mundo, el único que no sucumbe a un atentado terrorista. Extenuados ya todos por el desgaste continuado de su imagen gracias a apariciones públicas, baños de masas y cuñas en programas del corazón, los monarcas kitch de Europa mueren en la ficción de Cantavella por un atentado suicida con explosivos, un medio de asesinato cuya repetición continuada en los telediarios ha vulgarizado hasta la total desacralización.

BURLESQUE
Según Rodrigo Cacho, en el Siglo de Oro se cultivaron dos géneros que la tradición italiana condicionó (la poesía satírica y la poesía burlesca), de manera que se puede seguir el desarrollo de la poesía burlesca en España atendiendo a la influencia que ejerció sobre ella la literatura italiana. Si ahora tuviéramos que escribir un artículo similar sobre las influencias de El Dorado, con criterios metodológicos parecidos a los seguidos por el notable filólogo, difícilmente podríamos encontrar tradición literaria alguna para justificar los modos de Cantavella, y menos aún en el contexto europeo. El actual panorama cultural ha eliminado cualquier posibilidad de ceñirse a un sistema exclusivamente literario, y todavía con menos razón si pretendemos parcelar ese sistema en categorías nacionales estancas. Sin embargo, no hace ni dos semanas asistí a una conferencia donde una profesora de universidad explicó la novela ganadora del Premio Ateneo de Sevilla 2006 por contraposición a la “lista” de atributos de la Generación X, lo que demuestra la voluntad de algunos de seguir aplicando la metodología tradicional de la filología hispánica a los nuevos contextos. Cuando el aquí escribiente le preguntó qué necesidad había de valerse del concepto de generaciones literarias, su respuesta fue de lo más elocuente: porque las necesitamos (para existir nosotros mismos, le faltó decir). En verdad, difícilmente podremos reformar esos principios metodológicos, que cimientan la filología, sin que se tambalee el conjunto (y el edificio es de hace dos siglos, hay peligro de derrumbe).

Los procedimientos satíricos, burlescos o directamente cómicos de El Dorado se relacionan más con la cultura cinematográfica y televisiva estadounidense que con cualquier tradición literaria, si bien muchos de sus gags son universales, atemporales, y llevan repitiéndose desde Aristófanes hasta Muchachada Nui con igual efectividad. A la clásica colección de trompazos, enredos y persecuciones, El Dorado suma un renovado repertorio de paridas sin más pretensiones que hacer risa. Las sitcom, el stand-up comedy, el talk-show y series como Family Guy, South Park, The Simpsons, Futurama, o películas como El Gran Lewosky, Fear and Loathing in Las Vegas, Arizona Baby, Air Bag o Jay y Bob el silencioso comparten una forma de comprender el humor con El Dorado, que a veces recuerda mucho a una de las road movie mencionadas. Queda patente en las técnicas de deformación de la realidad que utiliza Cantavella -como convertir al protagonista en el muñeco de un video-juego de scroll lateral, o introducirlo en un argumento de combate entre superhéroes- la relación con estas series de dibujos donde el pastiche y la parodia de los lenguajes ficcionales son recurso constante. La novela se convierte así en una herramienta de transvase y adaptación de los códigos audiovisuales a los literarios, y se confirma la inversión de un proceso que comenzó a principios del siglo XX, cuando el cine se inclinó hacia la faceta narrativa y comenzó a beber de la literatura. Ahora es la literatura la que acude a lo fílmico para evolucionar y reconciliarse con el pop.